Obras pictoricas y algunos escritos de Andres Ernesto Cruz Manganiello (El Manga). Algunas de las obras pintadas desde 1996 a la actualidad.

sábado, 8 de septiembre de 2012

TODO POR VIVIR, POR DAR




 
 La encontré esa tarde de invierno donde la quietud era total, los rayos apenas tibios del sol se filtraban entre las ramas desnudas de los plátanos de nuestra ciudad, esa ciudad que cada día caminamos y desconocemos; Amalia, entre los naranjas y violáceos del cielo me enseño otras formas de vivir la ciudad y mi vida famélica de emociones.
 Su secreto era simple, buscaba algún caserón antiguo y abandonado, filtrándose a cubierto por las sobras de la noche, llevando consigo un pequeño bolso.
Una vez dentro elegía el ambiente más amplio y si aun permanecía algún mueble, ya sea mesa, sillas o sillón, mejor. Distribuía velas por distintos rincones dándole una luz tenue, calida y vibrante ante las brisas que recorrían la habitación. En el centro desplegaba una manta de pana color bordo; se sentaba en ella con las piernas cruzadas y de su bolso sacaba un vino y una copa; esta vez al estar yo con ella, ya estaba lista y tenía dos copas de cuello bien estilizado y de un fino cristal.
 Durante una semana viví de noche, bailando la música del silencio, bebiendo el néctar de la vid y recorriendo su cuerpo delgado, de rasgos firmes donde cada fibra es como la piedra tallada por la mano sabia de un escultor. Al tercer día llego a unirse a nosotros otra mujer de piel caoba y sonrisa afable. Así fue que sin mediar palabras me vi inmerso en esos cuerpos; de día estaba Rocío con la cual volví a un estado animal, donde nuestros cuerpos luchaban,  retorcían, se fundían y resbalaban por el ardor de un transpirar. Innumerables veces bese y bebí de su oscura piel, apretando levemente sus pechos decorados por dos pequeños pezones oscuros. El frenesí me agotaba y quedaba dormido entre sus largas piernas. Siempre despertaba solo, cerca del atardecer, recostado sobre la manta; era recurrente en mi la idea de que todo fuera solo un sueño. Así pasaba algunas horas, desnudo en medio de esa sala que ya me era familiar y que sentía que era una extensión de mi alma. Entrando la  media noche llegaba ella, con su bolso y rodeada por unos compases imaginarios brotando de su ser que me recordaban a la música House. Desde la primera vez que vi a Amalia, cambio mi vida y cada noche lo hacia mas notorio, con cada sesión donde frente a frente y ante nuestra desnudez compartíamos un vino, nos abrazábamos lentamente, haciendo que la percepción de los sentidos llegue al máximo cuando nuestros labios apenas se rozaban; con ella el sexo era arte; su piel de un rosado blanquecino era suave como el aire, senos pequeños, caderas amplias en su delgadez, su cabello muy corto negro azabache; pero ante cualquier definición la mejor que uno podía llegar a expresar era armonía.
Al llegar la séptima noche partíamos. -Ya no hay aquí nada que nos pueda dar, ya tengo visto un nuevo hogar; la energía de este ya es nuestra- decía. Recorrimos unas seis casas. Llegamos a la séptima, un inmenso caserón neoclásico con dos grandes columnas dóricas,  situado en los alrededores de Plaza Rocha; el frente estaba decorado por un enrejado lleno de arabescos de pintura saltada de un verde verones pálido; el jardín aun demostraba una grandeza lejana y unos gatitos vagaban mirándonos desde las sombras abriendo sus grandes ojos que se iluminaban con luciérnagas. La hiedra cubría paredes y casi todas las puertas y ventanas, a un costado yacía un Dodge Valiant de 1961 como el fósil de un dinosaurio cubierto de polvo haciendo indescifrable su color. Mis ideas y ojos se perdían en los recovecos y sombras y estaba extasiado ante tanto por descubrir hasta que su voz me trajo de vuelta – Eh! Despabila y sube por ahí- me dijo desde una pequeña ventana en la planta alta señalándome los restos de una pérgola camuflada por las plantas. Cuando logre ingresar todo ya estaba listo, el gran living ya era iluminado por las velas, en el, dos de sus paredes estaban recubiertas por bibliotecas que nacían en el suelo y llegaban hasta el techo a los laterales había un sillón de tres cuerpos tapado por una sabana blanca cual fantasma, enfrentándolo había un dresuar de hierro y mármol, sobre este, un antiguo espejo Art Nouveau. Desde el centro con un leve gesto de su mano me invito a unirme. Quite mis ropas y me senté sobre la pana frente a ella. Una sonrisa broto por sus labios mientras de su bolso sacaba dos copas y una botella – Esta es especial, esta es una noche especial- dijo cuando el sonido del descorche llego. –Un Norton Malbec de 1974, un buen año... ya espero mucho dentro de su frágil envase- No comprendí sus palabras, ¿que tenia de especial un Norton? ¿Acaso eso que dijo del año 1974 se referiría a mi? Pues ese era mi año de nacimiento. Por lo visto mi rostro expreso ese desconcierto, a lo que agrego – Fue el primer vino etiquetado como varietal en Argentina, 700 cc. con corcho casi imposible de sacar, esta vivo, tiene acidez en boca y fruta negra en nariz que le permite exhibir un excelente potencial de envejecimiento – Sacudí levemente mi cabeza y le sonreí; jamás creí que realmente supiera sobre vinos, pero si no sabia, mentía muy bien y me gusto el juego de esas “coincidencias”. Fue sirviendo un poco en cada copa, la luz de las velas de daba a el vino un juego de color rojo con matices violáceos intenso y profundo. Durante mas de una hora bebimos en silencio; al principio intente iniciar una conversación, pero con un sutil gesto, acercando su dedo índice a sus labios me dio a entender que prefería que no hablara, inmediatamente, traslado su dedo cerca de su oreja y levemente inclino su cabeza; claramente quería que escuchara algo. Me fui concentrando más en los sabores del vino en mi boca, como recorría mi garganta cuando lo tragaba. Poco a poco el silencio que creía que nos envolvía se fue perdiendo, los sonidos de la ciudad llegaban a mi, no como ruidos molestos, llegaban con un ritmo sutil y muy delicado; el crepitar de las hojas arrastradas por una brisa repentina recordaba al sonido del Hi-hat, este se fundía con el ladrido acompasado de un perro vagabundo que era cono el vibrante sonido de un contrabajo, una bocina muy lejana daba unos toque sutiles pero precisos como los de una vieja trompeta, las risas de unos muchachos en la esquina eran los acordes de una guitarra. Si, ahora lo oía muy claro, la ciudad por las noches se mese acunada por un hermoso Blue’s.
Cuando termine mi copa y la deje a un lado, Amalia se abalanzó sobre mi, estire mis piernas y deje que mi espalda quedara totalmente recostada sobre la pana; en esos momentos era su esclavo, suavemente comenzó a cabalgar, nuestra respiración de fue tornado agitada. Gire un poco mi cabeza y nos vi reflejados en el viejo espejo Art Nouveau; mis ojos se quedaron clavados en esa imagen, ella cabalgaba con mas fuerza y pasión, su piel parecía brillar, a cada momento mas luminosa... ahí fue cuando note algo mas extraño, mi reflejo perdía nitidez, como si fuera perdiendo esencia. Cuanto mas parecía brillar el cuerpo de ella, mas se perdía el mío. Intente moverme, pero mi ser era muy pesado y yo estaba demasiado cansado, por mas que lo intente no pude mover ni un solo dedo. El brillo de su cuerpo inundo todo en un blanco impenetrable, la música ya no estaba; la nada misma.
No se cuanto tiempo paso ya de esa noche, hoy soy una débil sombra que recorre el viejo caserón. La poca esencia que dejo de mi se fundió a la casa.
Escucho el ruido de maquinas, estruendos que hacen temblar la casa y a mi, a nosotros. Una grieta grande me fracciona, parte del techo cae, las dos grandes columnas dóricas caen, caigo,  me desintegro en fragmentos cada vez mas pequeños, me pisan y golpean sin fin. Una monstruosa pala amarilla carga mis restos y los va arrojando a un ataúd de hierro oxidado y hediondo. En mis últimos momentos de razón, las recuerdo, la reconozco, si, era una sola, ella y su sombra. Era un vampiro de urbanidad, vivía de los despojos del abandono, yo solo fui un nexo, por eso cuando no le fui útil también me devoro y mis despojos se fundieron al viejo caserón neoclásico.
Ay mi ciudad! ya no recorreré sus diagonales, ni sentiré el aroma de los tilos en flor.
Dejo de existir por ese capricho llamado progreso, con mi muerte, como tantas otras muere un poco esta bella ciudad.

 

3 comentarios:

Hada Isol ♥ dijo...

Me encantó! y si, el progreso va comiendo historia,es inevitable siempre cuando tirana una casa abajo pienso en los sueños de quienes la hicieron,de quien la diseñó,y de quienes la habitaron,todo cae al paso de las maquinas,se desgarra todo ,se borra y se escribe una nueva historia.tu relato me apasionó y el desenlace me gustó mucho te mando un gran abrazo!

Anónimo dijo...

querido amigo..me alegra mucho saber algo de vos aunque sea por este medio...el tema es que hace mucho tiempo intento localizarte sin resultado alguno.. 17 años aproximado sin verte a vos y madre..
me gustaria me pase tu correo electronico y en el tu numero de telefono asi puedo comunicarme.
javier de la plata.compañero y amigo de primer año fac b.artes.
abrazos

javier

Anónimo dijo...

perdon me olvide de enviarte mi correo.serjabo@hotmail.com.
muchas gracias
javier(la plata)